Libro electrónico: historia y conceptos
Marianela Camacho Alfaro*
El origen de los libros electrónicos (ebook) y de los lectores de libros electrónicos (ereader) se encuentra asociado, por un lado, al nacimiento del Proyecto Gutenberg (1971), iniciativa promovida por Michael Hart para crear una macrobiblioteca en la web de libros digitalizados y de acceso gratuito; por otro, al desarrollo de las agendas electrónicas (PDA), así como a la creación y distribución de obras de referencia (enciclopedias, diccionarios, manuales) en CD-Room.
Una de las polémicas desde la aparición de los libros electrónicos y dispositivos de lectura pioneros se relaciona con la permanencia (obsolescencia) de los libros en soporte papel en vista de su función como conservadores de la herencia cultural e intelectual, así como de la relación de larga data entre el libro en papel y el ser humano (más de 500 años). No obstante, el debate sobre las ventajas o desventajas del papel sobre lo digital, y viceversa, es un sinsentido, pues opone dos experiencias de lectura totalmente distintas. Además, especialistas en el tema señalan que ambos soportes convivirán por mucho tiempo, en vista de que cuentan con su propia audiencia y nichos de mercado.
Aparte, alrededor de los libros electrónicos y de los dispositivos de lectura convergen una serie de transformaciones y cambios no solo en cuanto al desarrollo tecnológico, sino también relacionados con las estructuras base de la industria editorial: su cadena de valor, su modelo de negocios, la relación con autores y lectores e, incluso, el marco legal bajo el cual opera. De tal modo, la incorporación del libro electrónico de forma amplia por parte del sector supone un cambio radical en la industria editorial.
¿Qué es un libro electrónico?
Los libros electrónicos o ebooks son libros digitales, es decir, archivos. Como archivos, se pueden abrir y leer en la computadora –gracias a diversas aplicaciones de lectura de pago y gratuitas– y en diferentes dispositivos portátiles: lectores (ebook reader/ereaders), teléfonos inteligentes, tabletas.
Aunque los libros electrónicos pueden ser desarrollados en diferentes tipos de formatos, todos ellos tienen la propiedad de ser portátiles, transferibles, permiten búsquedas, ocupan un espacio muy pequeño de almacenamiento, entre sus principales características. Algunos incorporan elementos multimedia como audios, videos, enlaces a recursos externos y ofrecen la posibilidad de generar interacción con el autor u otros lectores vía redes sociales.
Libro electrónico resulta ser un término ambiguo, pues se aplica unas veces al contenido y otras al soporte; incluso, contenido y soporte se equiparan conceptualmente. Pero se debe distinguir entre texto o contenido (e-text o texto electrónico) y dispositivo o continente (aparato –hardware– y aplicación informática –software– que permiten la lectura de contenidos en formato digital). A este proceso de separación entre contenido y continente se le conoce como desmaterialización del libro.
Ahora bien, cabe destacar que el desarrollo de los primeros libros electrónicos surge del interés de digitalizar libros impresos (simple conversión de los libros físicos –analógicos– a soporte digital, la mayoría en formato PDF), con el afán de conservarlos, gracias a las posibilidades que ofrecían las nuevas tecnologías, principalmente a partir del último cuarto de centuria del siglo xx.
Con respecto a los formatos que en la actualidad se han consolidado como los más populares en el mercado, se encuentran los siguientes: EPUB (open source o de código abierto; estándar internacional creado por la International Digital Publishing Forum, IDPF), AZW y KF8 (de código cerrado; son los formatos propietarios de Amazon para el Kindle), MOBI (creado por Mobipocket S.A.) y PDF (desarrollado por Adobe Systems, aunque en la práctica no se le considera un libro electrónico pues el texto no es redimensionable ni cuenta con otras funcionalidades de los formatos antes mencionados). Asimismo, se ha estandarizado el manejo, el control y la protección del contenido digital. De tal modo, la mayoría de dispositivos de lectura (lectores de libro electrónico, tabletas y teléfonos móviles) permiten leer estos formatos, ya sea directamente o mediante aplicaciones (apps de lectura), lo cual resulta clave para la construcción de un amplio mercado de libros electrónicos.
Aunado a lo anterior, a partir del 2007 se abre un nuevo periodo en la historia del libro electrónico con la consolidación en el mercado digital de plataformas globales de venta online (Amazon, Google, Apple Store, Barnes & Noble, Reader Store). Asimismo, con la introducción de una amplia variedad de dispositivos de lectura más eficientes para la lectura, que presentan novedades en cuanto a capacidad de almacenamiento, tecnología de tinta electrónica (E-ink) y mejora en la resolución de las pantallas (ergonomía para la lectura), poca complejidad de su software y hardware, mayor autonomía de la batería, conexión de internet inalámbrica, etc.
También se han incorporado en los dispositivos o aplicaciones de lectura una serie de funciones que permiten, por ejemplo, destacar texto, realizar anotaciones, buscar palabras en diccionarios internos o enlazados, copiar y pegar fragmentos, compartir textos o notas con otros lectores (vía correo electrónico o mediante redes sociales), valorar y comentar las obras (mediante enlaces o en las plataformas de venta), modificar el tamaño de la tipografía o variarla. Estas mejoras y nuevas funcionalidades de los dispositivos lectores han actuado como aceleradores del mercado de libros electrónicos.
A modo de conclusión
La llegada del libro electrónico podría ayudar a reducir parte de los problemas que enfrenta el sector editorial en estos días: una elevada cifra de devoluciones (que encarece los costos de todos los agentes económicos del sector), así como reducir los costos de distribución. Esto facilitaría el acceso a una mayor cantidad de títulos, lo cual potenciaría su demanda y reduciría en general los costos de producción de los libros.
Sin embargo, el futuro del libro no es solo digital; existen otros nichos de mercado, por lo que también hay futuro para la impresión bajo demanda y para los libros en soporte papel.
Aparte, el avance tecnológico debería facilitar el uso de los dispositivos de lectura y agregar nuevas funcionalidades para atraer nuevos lectores y para mejorar el rendimiento y la accesibilidad (ergonomía) de la lectura en pantalla. Igualmente, la industria editorial debería generar un consenso ético con respecto a los sistemas de control sobre el libro y el usuario que se incrustan en los archivos y dispositivos.
En definitiva, el potencial de los libros electrónicos va más allá de simplemente convertir o digitalizar los libros ya impresos o de preservar en soporte digital las obras y su herencia cultural: su futuro va de la mano de incorporar y generar nuevos discursos digitales; de ampliar la oferta cultural con innovadores modelos de negocio; de abrir espacios de participación a los lectores para que estos generen contenido y compartan sus experiencias lectoras; de evolucionar en nuevos géneros, formatos y tipos de lectura.
* Marianela Camacho Alfaro
Jefe de Producción Editorial
Editorial Costa Rica
Nuevos elementos de la edición electrónica
Marianela Camacho Alfaro*
El proceso de desmaterialización del libro obliga a pensar más en canales de acceso a los contenidos de lectura que en ejemplares de libros. Desde este punto de vista, los contenidos de lectura se visualizan como un elemento fluido que se introduce en diversos envases o soportes: un objeto de papel impreso, una computadora, un teléfono del tipo smartphone, un dispositivo de tinta electrónica, una tableta con pantalla táctil. De ahí, entonces, que el mundo digital conlleva la multiplicación de los canales para la lectura.
Además, como característica nueva –y diferente– frente a la lectura en soporte digital llevada a cabo hasta hace poco en la computadora, estos dispositivos expanden de forma notable el territorio para la práctica lectora: la portabilidad y la capacidad de almacenar una gran cantidad de contenidos permiten llevar una biblioteca en el bolsillo, así como tener acceso a ella en cualquier momento y lugar.
A continuación se describirán, de forma somera, algunos de los nuevos elementos fundamentales en la producción, la edición y el consumo de libros electrónicos.
Metadatos
Los metadatos son datos que describen otros datos. Se trata, básicamente, de un mecanismo para etiquetar, catalogar, describir y clasificar los recursos presentes en internet con el fin de facilitar la posterior búsqueda y recuperación de (porciones de) información. Su relevancia radica en que la información sobre el libro se conocerá –en internet y en cualquier sistema informático– a través de los metadatos que tenga asociados.
Además, los metadatos permiten que la información a la que aluden –en este caso, los libros– 1. sea descubierta y visible, 2. circule de forma adecuada, 3. sea transmisible. Entonces es fundamental que para cada libro se desarrollen unos metadatos fiables y completos, basados en un estándar, que describan y etiqueten de forma eficaz su contenido: de qué trata la obra y por qué es valiosa para el posible lector. Además, los metadatos permiten, a lo interno de una editorial, un uso más ágil y seguro de los contenidos.
Los metadatos se codifican usando el lenguaje informático XML; así, son legibles tanto por seres humanos como por computadoras. Además, este lenguaje tiene muchas características a su favor; por ejemplo, es muy simple integrarlo en la World Wide Web.
ONIX (‘Online Information Exchange’)[1] es un estándar internacional para metadatos dentro del ámbito del comercio electrónico de libros; está basado en XML y es desarrollado por varios editores –grupos de la industria del libro americanos y europeos– para representar y comunicar la información de libro electrónico.
Gestión de Derechos Digitales (DRM)
DRM son las siglas inglesas de Digital Rights Management, esto es, Gestión de Derechos Digitales. Su aplicación afecta a diferentes medios y sistemas como música, películas, documentos y libros electrónicos.
Al incorporar un sistema de DRM en los libros electrónicos, el editor o la plataforma de venta puede controlar las variables de copia y manipulación de los documentos electrónicos, gracias a un código informático que se inserta al documento; asimismo, con ello, puede establecerse automáticamente el precio, la autorización para imprimirlo o no, cuántas copias o descargas se pueden realizar de él y si es posible editarlo.
Actualmente, se han popularizado varios tipos de DRM; el “duro”: 1. como el asociado con Adobe, que obliga al usuario a instalar un software adicional, dificulta el proceso de compra e impide compartir los archivos; 2. el llamado ‘transparente’, como el empleado por Amazon o Apple, que obliga al usuario a entrar en un ecosistema cerrado pues se requiere el uso de un dispositivo concreto. Luego, también existe el DRM social, del tipo marca de agua o huella digital: el primero, se basa en la adición de una marca de agua (conjunto de bits) al libro digital, que puede ser visible o invisible, y posee información sobre el autor o la editorial y también sobre el comprador; mientras el segundo, consiste en la inclusión de una marca invisible que permite rastrear el archivo y asociarlo a datos del comprador del libro electrónico (su nombre, número de tarjeta de crédito, etc.).
No obstante, los sistemas DRM que protegen los libros electrónicos de la copia ilegal y de la distribución no autorizada vía internet (piratería facilitada por las nuevas tecnologías) en términos generales han supuesto trabas para los usuarios en cuanto a la facilidad de disponer de sus archivos electrónicos en diferentes dispositivos de lectura; también en cuanto al alcance legal y real de la pertenencia –según el tipo de licencia de uso– sobre los libros electrónicos comprados o, incluso, para migrar de tecnología. De este modo, muchas editoriales han optado por vender los libros sin ningún tipo de DRM; tal es el caso de casas editoriales como Ediciones Tagus y B de Books (España), Pottermore y Tor Books (Inglaterra), O’Reilly Media (Estados Unidos), Editions Dialogues (Francia), además de un importante número de editoriales independientes y de editoriales netamente digitales.[2]
Producción y edición digital
En el proceso de producción opera un cambio gracias al avance tecnológico que permite separar el contenido y el continente, para así disponer de los textos en diversos formatos, pues se apunta a la producción multidispositivo.
Existe una amplia diversidad de formatos para las publicaciones electrónicas, algunos de los cuales se han popularizado, como es el caso del EPUB, MOBI y PDF; no obstante, en función de los avances tecnológicos, en el futuro pueden desaparecer unos y aparecer otros nuevos. Esto obliga a los editores a basarse en “estándares fiables en el presente, que le permitan poder cambiar de formatos sin realizar enormes gastos. Para ello, es necesaria la separación entre contenido y continente” (Vicente y Gozzer, 2012; p. 97).
De esta forma, con respecto a los contenidos, la principal recomendación es almacenarlos en lenguajes informáticos (HTML, XML) fácilmente convertibles y siguiendo las mismas dinámicas de las bases de datos, para así poder editarlos, compartirlos, subirlos a la web, etc. Con respecto al diseño, también resulta imperativo seguir estándares para lograr una correcta lectura y visualización de los contenidos (portada, texto, imágenes, ilustraciones, gráficos, etc.) en la diversidad de dispositivos de lectura (con dimensiones y, por ende, pantallas de diferentes proporciones, así como con una amplia variedad de funcionalidades de lectura) que se encuentran en el mercado.
Con respecto al flujo de trabajo, hay que revertir el proceso tradicional y pensar primero en los formatos y soportes, con lo cual se deben establecer parámetros generales de tratamiento de los contenidos previendo posibles dimensiones y resolución, según formato, soporte y canales de distribución (apps para dispositivos móviles, canales RSS, web, PDF para impresión, epub, mobipocket, etc.). Esto posibilita que, en palabras de Joaquín Rodríguez, un contenido sea “multiformato y multicanal”. También al incorporar estrategias y herramientas de gestión digital del contenido, se desmaterializa el proceso de producción editorial, el flujo de trabajo.
Finalmente, entran en juego nuevos eslabones en la cadena de producción y con ello nuevos costos: gestión de metadatos, maquetación digital para formato electrónico, desarrollo web de plataformas con diversos servicios para los usuarios, desarrollo de software e implantación de sistemas DRM, principalmente. Es fundamental tanto para las aspiraciones de los usuarios como para el crecimiento del mercado que se ofrezcan precios competitivos o se innove en cuanto a los modelos de negocios de venta o acceso a los libros electrónicos.
* Marianela Camacho Alfaro
Jefe de Producción Editorial
Editorial Costa Rica
[1] http://www.editeur.org/onix.html
[2] Sobre este debate recomiendo la lectura de los siguientes artículos: http://www.dosdoce.com/articulo/opinion/2874/drm-panorama-general/
http://toc.oreilly.com/2012/02/unified-ebook-format-end-drm.html